La legendaria banda editó un nuevo trabajo después de siete años y lo presentó oficialmente el sábado ante un colmado Luna Park. Fueron tres horas de puro rock and roll con un sonido único y una puesta en escena soberbia.
Cuando un grupo demora de forma prolongada la edición de un nuevo disco, las expectativas y las exigencias comienzan a ser mayores, sobre todo cuando son consagrados y generan admiración en muchas personas. Esto es lo que empezó a suceder con el conjunto de Walter Giardino (guitarrista y compositor) una vez que los años pasaban y las nuevas canciones parecían lejanas. Este tiempo Rata Blanca lo utilizó para homenajearse a sí mismo con discos y aniversarios.
Entonces, cuando en agosto lanzaron “Tormenta eléctrica” luego de siete años, la atención del fan y de la prensa especializada se agudizó al extremo. A partir de allí, el álbum ingresó dentro de un caudal de críticas tanto positivas como negativas. Para muchos, cumple con las expectativas satisfactoriamente, y para otros tantos, dista de la calidad que uno puede esperar de ellos.
Lo que sí está claro es que Giardino se decidió por canciones más directas y sencillas que en sus trabajos anteriores. El hard rock ya tomó espacio completo, dejando a un lado su costado neoclásico.
Cuando Rata Blanca se posiciona arriba del escenario cualquiera de las críticas quedan reducidas ante tamaño oficio y profesionalidad. Pocas bandas argentinas son las que logran capturar en el vivo semejante perfección. Si bien en el inicio del show el sonidista tardó en acomodar las piezas, esto no afectó en lo global.
Desde el arranque, los presentes se mostraron a gusto con las nuevas “Tormenta eléctrica” y “Los chicos quieren rock”, coreando los riffs y los solos de Walter. En este comienzo, la banda dejó en claro ese perfil de rocks simples y gancheros, en especial en“Los chicos…” con ese espíritu bien AC-DC. Más adelante, en “Tan lejos de aquel sueño” exhibieron su otro costado actual, el de las melodías AOR al estilo de “Volviendo a casa” y “Aún estás en mi sueños”.
El protagonismo de Giardino es aún más determinante en esta nueva etapa del grupo, apostando más a sus condiciones. En la instrumental “Batalla persa” y en su propia obra “Preludio obsesivo” se lo observó encendido y feliz por el momento. Pero sin sus compañeros difícilmente tendría el lucimiento actual. Adrián Barilari (cantante) con sus 56 años está en un momento inigualable desde lo vocal y lo físico, y ni que hablar deFernando Scarcella (batería), que con cada golpe hace sentir su talento.
Los nuevos temas iban escalándose con viejas canciones que tenían algún punto en común con las recientes, como “La otra cara de la moneda” y “El jugador”. De esta manera, el show se hacía más amigable para el que no había escuchado “Tormenta eléctrica”. Este sector de sus seguidores disfrutó mucho de esas bases power, tal el caso de “La llave de la puerta secreta”. Seguramente se sentirán defraudados cuando noten la ausencia de este ritmo.
Los bises le dieron lugar a las canciones eternas, las que nunca pueden faltar en sus presentaciones como “Guerrero del arco iris”, “Mujer amante” y “La leyenda del hada y el mago”.
Rata Blanca siempre contó con infinidad de detractores a lo largo de sus 28 años de carrera. Sin embargo, al momento de subirse a escena estos deben hacer silencio ante una performance sin fisuras, tal como nos acostumbran.
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